Redacción
Gustavo Prado, analista de tendencias, diseñador y futurólogo mexicano, lanza una afirmación provocadora: “Ya no hay mascotas”. No se trata de una extinción literal, sino de una mutación simbólica, afectiva y comercial que redefine el lugar de los animales en la vida humana. En sus conferencias y publicaciones, Prado desmenuza cómo el afecto, el consumo y la identidad se entrelazan en nuevas formas de relación con lo vivo, lo artificial y lo simbólico.
Durante siglos, las mascotas fueron animales de compañía, auxiliares de trabajo o guardianes del hogar. Hoy, en cambio, se han convertido en interfaces afectivas, símbolos de identidad y objetos de consumo altamente personalizados. El perro ya no es solo el “mejor amigo del hombre”; es el “perrhijo”, el “bebé peludo”, el “influencer de cuatro patas”. El vínculo se ha estetizado, mercantilizado y digitalizado.
Gustavo Prado lo explica con claridad: “La mascota ya no es un animal. Es una extensión emocional, una narrativa de consumo, una proyección de lo que somos o queremos ser”. En este nuevo paradigma, el afecto se canaliza no solo en seres vivos, sino en objetos, rituales, plataformas y experiencias.
La transformación no es solo simbólica. Está respaldada por cifras contundentes:
- En México, el mercado de productos para mascotas supera los 35 mil millones de pesos anuales, con crecimiento sostenido incluso en tiempos de crisis.
- Las marcas ofrecen alimentos gourmet, suplementos, ropa, spas, funerales, seguros y hasta terapias emocionales para animales, lo que revela una mercantilización del vínculo afectivo.
- Según Euromonitor, el gasto promedio por mascota en hogares urbanos ha aumentado más del 60% en la última década, mientras que la tasa de natalidad ha descendido.
Este fenómeno está ligado a cambios demográficos: hogares unipersonales, parejas sin hijos, adultos mayores que encuentran en las mascotas una forma de compañía emocional sin las complejidades de la crianza humana.
La tendencia también modifica el tipo de animales que se eligen
- Se privilegian mascotas pequeñas, silenciosas, estéticas, que se adaptan a departamentos, estilos de vida minimalistas y rutinas laborales intensas.
- Surgen mascotas virtuales, robotizadas o digitales, como los Tamagotchi reimaginados, los perros robot de Sony o las apps de compañía emocional.
- En Japón y Corea, existen cafés con animales alquilados por horas, y en China, plataformas que ofrecen “mascotas compartidas” para quienes no pueden tener una propia.
La mascota deja de ser un ser vivo con autonomía para convertirse en una experiencia afectiva controlada, higiénica y estéticamente curada.
Prado vincula esta transformación con una tendencia más amplia: la estetización del afecto. En sus palabras: “Ya no amamos personas. Amamos marcas, objetos, rituales. El afecto se canaliza en lo que podemos consumir, mostrar, compartir”. Las mascotas entran en esta lógica como vehículos de identidad, contenidos para redes sociales, protagonistas de narrativas digitales.
Los ejemplos abundan
- Perros con cuentas de Instagram que superan el millón de seguidores.
- Gatos que protagonizan campañas publicitarias de moda.
- Mascotas que asisten a eventos sociales, desfiles, bodas y funerales con atuendos diseñados por marcas de lujo.
En este nuevo ecosistema afectivo, la mascota tradicional es desplazada por formas simbólicas de compañía:
-Plantas como mascotas: el auge del “plant parenting” convierte a las suculentas y helechos en objetos de afecto, cuidado y estética.
-Objetos rituales: cristales, amuletos, figuras religiosas o espirituales que canalizan emociones y deseos.
-Inteligencias artificiales: asistentes virtuales, bots conversacionales y plataformas que ofrecen compañía emocional sin cuerpo ni biología.
La pregunta no es si hay mascotas, sino qué tipo de vínculo afectivo estamos construyendo. ¿Queremos seres vivos con autonomía, o experiencias afectivas que podamos controlar, editar y compartir?
La desaparición simbólica de la mascota tradicional tiene implicaciones profundas:
-Ética animal: ¿qué significa amar a un ser vivo si lo tratamos como objeto de consumo?
-Soledad urbana: ¿las mascotas sustituyen vínculos humanos o los complementan?
-Identidad digital: ¿somos lo que mostramos, o lo que cuidamos?
Gustavo Prado no ofrece respuestas definitivas, pero sí una provocación: “El afecto ya no es biológico. Es estético, narrativo, consumible. Y eso cambia todo”.
Decir que “ya no hay mascotas” no es negar su existencia física, sino reconocer que su significado ha cambiado radicalmente. Las mascotas ya no son solo animales: son símbolos, narrativas, experiencias. Y en ese cambio, se revela una transformación más profunda: la del afecto humano en la era del consumo, la estética y la soledad digital. #MetroNewsMx #GunajuatoDesconocido
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