La columna de José Carlos Guerra Aguilera

DE LA IMPRESIONANTE COMPLEJIDAD DE LA PANDEMIA.

“Nos encontramos asustados y perdidos.
Al igual que los discípulos del Evangelio, 
nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa (…)”
JORGE BERGOGLIO.



1.- La pandemia que empezamos a vivir y que sufriremos, es indudablemente un sistema muy complejo. Ahora que leo un poco de este gran tema, me asombra que exista ya, una denominación inequívoca para todo esto: “la teoría del caos”. 

2.- Leo que lo que intranquiliza en el caso del coronavirus no es tanto su mortalidad, sino que tiene una capacidad de contaminación muy amplia en contra de la salud de todos y que existen transportadores de la enfermedad que no pueden exhibir síntomas, sin que esté determinado en el momento, la proporción efectiva de portadores de este tipo. Todo esto, da un crecimiento fantástico y explosivo de portadores y la primera línea de defensa para este grave escenario es evitar la propagación, por medio de la distancia. No hay vacunas… El riesgo del coronavirus no consiste solamente en la gran cantidad indefinible de muertos, sino también en el hecho de que se colapse el de por si débil sistema de salud al tratar a los miles de pacientes y también, lo que ocurra en el sistema económico, al frenarse casi de golpe la actividad social. Es decir, las pandemias y las enfermedades ponen de relieve las debilidades estructurales de los Estados. Que grave todo ello.



3.- La grave crisis de salud se retro alimentará con la crisis económica y, si no se abordan seriamente, con la ayuda de la ciencia y los científicos; con la ayuda de la inteligencia y la llamada “voluntad política”, de forma conjunta, verdaderamente hermanada, verdaderamente solidaria, humanitaria, no se podrá resolver ninguna. Deben abandonarse gastos no verdaderamente esenciales, para redirigirlos a la capacidad del sistema de salud (personal, equipo, medicamentos y largos etcéteras) y a crear serias medidas económicas que eviten que la población asuma el costo de la crisis de salud (falta de ingresos, costo de un eventual tratamiento médico si se contagia, hambre, etc.). Todo esto complica la situación ya que el equipo médico y medicamentos no son fáciles de conseguir, ni menos de crear velozmente; si se fabrican, vacunas, respiradores, medicinas, deberían de ser siempre a menor precio y de efectiva calidad. Todo lo anterior embrolla la crisis y debe de tomarse en cuenta en la toma de decisiones. No hacerlo implica la asunción de una grave crisis económica y de salud de todos y ello es, la receta infalible para un desastre, para el caos.



4.- Veo, o creo ver un panorama incierto, muy complejo. Falta de un verdadero amor al país, de sensibilidad, de solidaridad, de estudios, de previsión. No nos aliamos de los científicos; esperábamos que, con amor a su representados los legisladores y el poder judicial, asumieran su papel, sus responsabilidades; (soportamos a un peleonero nato), estamos en medio de acusaciones, de contradicciones, de falsedades noticiosas, que indican un rumbo al caos. Hay falta de compromiso a lo prometido, y que esperábamos recibir de los llamados “políticos”. Hay desmoronamiento de muchas cosas. Me estremece la expresión de un columnista que indicó haber oído que en estos tiempos algunos prefieren morir del contagio, a morir de hambre. ¿Habrá una hambruna en nuestro entorno? ¿El noble Ejército Nacional, se prepara con presupuesto, con insumos, para dilatar cocidas y dar de comer a muchos necesitados próximos? 


5.- Es muy grave y muy triste que haya también total ausencia de liderazgos. Que lo poco que podamos hacer, en nuestra fragmentada individualidad, sea, auxiliar muy poco, al próximo y al prójimo, aun encerrados. La incertidumbre que nos inunda no debe sofocarnos, apelo a la fecunda imaginación para crear soluciones; invoco a la esperanza que tenemos en nuestra religión y con ello a la verdadera fe, para sobrellevar lo que viene. No debemos asustarnos, ni perdernos.