El Templo de Nuestra Señora de Salud, en sus primeros años de construcción.

Eugenio Amézquita Velasco

A la entrada del templo parroquial de Nuestra Señora de la Salud, en la colonia Latino, está colocada, empotrada en el muro del frente y ubicada sobre una base de tabiques la primera piedra de ese templo. Abril de 1985. Recuerdo como si fuera ayer la colocación de la misma, con la presencia de Mons. Victorino Álvarez Tena, primer obispo de Celaya y del Padre Lauro Gómez Zamudio, quien era párroco de Valle Hermoso, parroquia a la que pertenecíamos originalmente y luego vicario general de la Diócesis de Celaya. Ambos ya gozan de Dios.

Hablamos de hace 36 años. Se me había invitado a participar en el equipo para la construcción del templo. Una obra titánica. ¿Cómo recaudar recursos para esa obra?. Sólo Dios supo, sabe y sabrá. Pero ahí está la obra. Primero, con los mismos vecinos, los beneficiarios. Tocando puertas casa por casa en un trabajo realizado por muchas señoras colectoras que semana tras semana pasaban por las 16 calles de esta colonia, incluyendo los andadores, y que recaudaban los recursos para pagar albañiles y comprar materiales. Manos generosas y bienhechoras que donaban de su propia bolsa, entre las que recuerdo con mucho cariño y nostalgia a Doña Coco y a Doña Amor, vecinas de las calles de Bolivia y Colombia, entre esas personas que ya están gozando de la vida eterna y que daban de su tiempo, de su dinero, de su esfuerzo para construir esa obra de Dios, o la venta de enchiladas, pambazos y otras actividades que ayudaron a obtener los recursos salidos también de los bolsillos de los vecinos y visitantes para levantar toda la cimentación, muros y el altísimo techo que tiene el templo.

Pero por mucho que se esforzaba la colonia, tenían que buscarse fuentes externas para lograr cristalizar aquel proyecto. Desde 1981 había tenido yo mis primeros contactos con Javier Mendoza Márquez, "El Cuate del Millón" como yo lo llamaba y llamo. Todavía no era funcionario público. Un empresario celayense y que estaba como presidente local de CANACINTRA y era socio de una fábrica de muebles, Muebles Ferhnos.

Cuando uno anda en estas obras de la Iglesia se pierde la vergüenza para ir a tocar puertas y obtener recursos, sean materiales o sean en dinero. He de agradecer la confianza, aunque jamás faltan las denostaciones cuando se trabaja para Dios. El sabe pagar a manos llenas y los principales premios son la paz y la felicidad en la familia. Las rifas también se daban bien y desde unos platos, vasos y cuanta cosa nos donaban los bienhechores. Había muchos aportantes, pero los principales eran los señores y señoras que estaban en el equipo de trabajo cuyo principal aporte era su entrega, voluntad, buen corazón y trabajo personal..

Pues así, sin pena se acudió a ver al Ing. Mendoza Márquez. ¡Quién iba a pensar que en unos pocos años después iba a ser tesorero municipal y luego alcalde de Celaya!

Le pedimos que si nos podía vender a buen precio alguna de las salitas que producían. Recuerdo un "déjame ver mi cuate, pero claro que cuenta con que apoyamos". Ni tardo ni perezoso, el inge nos ayudó varias veces. Hasta creo recordar que una de las salas fue regalada al templo para la rifa. También recuerdo la cara de felicidad de quienes se ganaban las salas, porque en aquel entonces teníamos dos o tres años de haber llegado los habitantes de la colonia a radicar aquí, así que una sala nueva era oro molido y alegría para los afortunados ganadores. No se daba caro el boleto para que se vendieran pronto y se obtenían ganancias que ayudaran a proseguir las obras.

Mons. Jesús Humberto Velázquez Garay, 2o. obispo de Celaya, llegando a la colonia por la calle de
Guatemala, en una de las fiestas patronales de la entonces capilla de Nuestra Sra. de la Salud

Ese fue el primer contacto de Javier Mendoza con la colonia Latino. Haciéndonos la caridad de ayudarnos para levantar la Casa de Dios.

Ese lugar representa actualmente muchísimo para los habitantes de la Latino. Es el sitio donde nuestros hijos y hasta nietos han sido bautizados, han hecho la primera comunión. Algunos se han casado. Otros han recibido el sacramento de la confirmación durante las fiestas patronales. Otros han realizado las exequias de sus familiares que se han adelantado en el camino y otros más, muchos buenos amigos míos y bienhechores también, descansan sus restos en las criptas, como mi buen amigo Ramón, que se ponía su faja para comenzar a palear la grava, el cemento y la arena y con ello hacer la mezcla y echarnos la mano en los colados de pisos y techo de ese lugar. 

Detalle adicional y dado que el templo está dedicado a Nuestra Santísima Madre la Virgen María, en su advocación de la Salud de los Enfermos, la clínica del ISSSTE ha sido también bendecida a través de sus pacientes y los familiares de estos cuando el sacerdote ha acudido a llevar los sagrados viáticos o la absolución al enfermo, sin hacer a un lado los momentos de oración silenciosa en el interior del templo, pidiendo a Dios por la sanación de sus enfermos. Así es como se aman las obras y se sabe lo que cuestan y el valor espiritual -más que monetario-, comprometiéndose en ellas y no solamente escribiendo tonterías insidiosas en las redes sociales, por el mero insano placer de molestar y ofender u opinando de manera vulgar y sin saber, sino trabajando y sirviendo a la propia comunidad hasta con las cosas más simples y sencillas, como el no tirar la basura en la calle y respetando a los vecinos, viviendo y dejando vivir.

Cuando el ingeniero Mendoza Márquez llegó a tesorero, auxilió cooperando para la atención de la caseta de vigilancia y en echarnos la mano vía gestión y dándonos "tips" para lograr traer el tanque elevado regulador del agua potable, trasladándolo de su lugar original, junto a la granja El Olivar hasta el actual sitio, detrás del salón social. Una obra que costaba alrededor de 9 millones de pesos y que no costó un sólo peso. Los consejos y orientaciones del Ing. Javier Mendoza Márquez y del alcalde de aquel entonces, Lic. Jorge Chaurand Arzate, hicieron posible que se pudiera trasladar dicho depósito que hasta la fecha, luego de más de 30 años, sigue dando servicio a nuestra colonia Latino.

A mi siempre me ha quedado claro que el Inge Mendoza es de fácil acceso y diálogo. Haber sido huérfano desde los 6 años de edad, cantante de camiones urbanos y chícharo en un billar además de empleado en una cantina, explica por qué es así: Javier Pueblo, tal y como somos todos y cada uno de los que vivimos en estas casas INFONAVIT de la Latino: Pueblo. Sería largo enumerar otros apoyos brindados, pero para mí y para muchos de mis vecinos que todavía gozamos de vida y salud, lo que quizá más podemos agradecerle a Francisco Javier Mendoza Márquez es haber sido generoso para ayudarnos a levantar nuestro templo. ¡Dios lo bendiga, Mi Cuate!