Redacción Editorial
-La candidatura de Ramírez fue impuesta tras el asesinato de Gisela, ignorando la ley y la equidad de género.
-Ara Morales fue desplazada pese a ser la única mujer registrada y mejor posicionada en encuestas nacionales.
-El Tribunal Electoral validó la imposición alegando que “confundiría al electorado”, ignorando a la candidata visible.
-La campaña de Ramírez fue mínima: seis eventos en 29 días, sin propuestas, sin respaldo, sin ciudadanía.
-El alcalde se autocalifica con 9, mientras el 74% de la población lo desaprueba según encuesta de Reporte Bajío.
-Las reacciones ciudadanas ante sus declaraciones son burla, enojo y desprecio; solo sus empleados lo defienden.
-El gobierno nació del luto, se sostuvo por parentesco y se justificó con frases huecas y lapsus brutus.
-Celaya no está gobernada: está intervenida por un sistema que se derrumba entre cinismo y contradicciones.
-El cierre de campaña en San Miguel Octopan olía a miedo, impunidad y traición; ni los líderes estatales acudieron.
-La reelección está fuera de sus manos: el pueblo ya habló, y lo hizo con claridad demoledora.
Celaya no está gobernada: está intervenida. El artículo “Celaya, el reino de la mentira” firmado por José Luis Ramírez Sánchez -hermano del actual alcalde- y publicado por los medios periodísticos digitales Reporte Bajío y Periódico AM (https://reportebajio.com/celaya-el-reino-de-la-mentira-doble-o-nada/ y https://www.am.com.mx/opinion/2025/10/12/celaya-el-reino-de-la-mentira-754901.html) no es una denuncia, es una confesión. Con una mezcla de cinismo y resignación, el texto retrata el año más opaco, improvisado y políticamente insostenible que ha vivido el municipio en décadas. Y lo hace desde adentro, con la crudeza de quien conoce los hilos del poder y los nudos de la traición.
La narrativa es clara: la candidatura de Juan Miguel Ramírez Sánchez no fue producto de mérito político ni de respaldo ciudadano. Fue una sustitución forzada tras el asesinato de Gisela Gaytán, una decisión que ignoró la legalidad, la equidad de género y la voluntad popular. Ara Morales, la única mujer registrada y mejor posicionada en encuestas, fue desplazada por un argumento que insulta la inteligencia colectiva: “no había tiempo para que la gente conociera a otra candidata”. ¿Y qué hay de la que ya conocían?
Este atropello jurídico, validado por el Tribunal Electoral del Estado de Guanajuato, no solo vulneró los derechos de una mujer candidata, sino que reinstaló las prácticas de la “dictadura perfecta” que el propio autor denuncia. ¿Qué clase de democracia permite que el miedo, la confusión y el parentesco decidan quién gobierna?
El artículo detalla una campaña sin alma, sin estructura, sin ciudadanía. Seis eventos en 29 días, sin respaldo estatal, sin propuestas claras, sin presencia real. El cierre en San Miguel Octopan —lugar del asesinato de Gisela— fue el único acto con carga simbólica, pero ni siquiera contó con los líderes estatales convocados. El mensaje fue claro: Celaya no es prioridad, ni para Morena ni para sus propios candidatos.
Desde entonces, el gobierno de Ramírez ha sido una sucesión de lapsus, declaraciones desafortunadas y una desconexión total con la realidad. El alcalde se autocalifica con un 9, mientras las encuestas lo hunden con un 74% de desaprobación (https://reportebajio.com/celaya-el-reino-de-la-mentira-doble-o-nada/). Las reacciones en medios son demoledoras: burla, enojo, indiferencia. Solo sus empleados y familiares lo defienden. ¿Qué más evidencia se necesita para entender que este gobierno no tiene legitimidad?
El texto concluye con una advertencia que debería retumbar en cada oficina municipal: la reelección está fuera de sus manos. El pueblo ya habló, y lo hizo con claridad. La historia reciente de Celaya demuestra que ignorar la voz ciudadana tiene consecuencias: el PAN lo hizo y perdió tras 27 años. Morena parece seguir el mismo camino, pero con menos estructura y más arrogancia.
Este editorial no es un ataque, es un llamado. Celaya merece un gobierno que escuche, que respete la ley, que represente a su gente. No uno que se imponga desde el dolor, que se mantenga por parentesco, y que se justifique con frases huecas como “la gente ya me aprobó”.
La conclusión: el reino de la mentira no es una metáfora, es una advertencia
El artículo de José Luis Ramírez no es solo una crónica del desastre, es el testimonio involuntario de un sistema que se derrumba. Y como toda estructura que se tambalea, lo hace con ruido, con contradicciones, y con una ciudadanía que ya no está dispuesta a callar.
Celaya no necesita más humo. Necesita verdad, justicia y dignidad. #MetroNewsMx
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