Redacción
-El silencio político ya no es prudencia: es cálculo, cinismo y blindaje ante una realidad que los medios han documentado con precisión.
-Callar ante el nepotismo y el uso partidista de recursos públicos no es omisión: es complicidad institucional y desprecio por la ciudadanía.
-La estrategia del silencio oficial revela una élite que se protege entre sí, mientras desmantela la ética pública y la rendición de cuentas.
-Cuando el poder calla frente a escándalos evidentes, no hay prudencia: hay impunidad, arrogancia y una narrativa diseñada para el olvido.
-El silencio se ha convertido en herramienta de control: no para evitar errores, sino para perpetuar privilegios y ocultar pactos oscuros.
-La omisión ante el desfalco, el acomodo familiar y la violencia institucional es una forma de violencia simbólica contra la sociedad.
-La política del silencio no busca evitar el conflicto, sino anestesiar la indignación pública y normalizar el abuso de poder.
-La espiral del silencio en el poder revela miedo a la verdad, desprecio por la crítica y una cultura política basada en la simulación.
-La saturación de escándalos sin consecuencias ha institucionalizado el cinismo: el silencio ya no oculta, simplemente confirma.
-El silencio de los poderosos no es vacío: es un mensaje claro de impunidad, desvergüenza y desprecio por la inteligencia colectiva.
Cuando se llegan a efectuar ciertos señalamientos mediáticos, basado en trabajos de investigación y la única respuesta es el silencio o la descalificación sin datos duros que sustenten la defensa o que contradigan a la prensa, entonces estamos frente a la posibilidad de afirmar que tenemos unas autoridades y unos políticos cínicos. Estamos viviendo el cinismo de las autoridades y de los políticos.
La palabra cinismo, en su uso contemporáneo, se refiere a una actitud marcada por la desvergüenza al mentir, la impudencia al defender lo indefendible y el desprecio por las normas éticas o morales. Es la práctica de actuar con falsedad o hipocresía de manera descarada, sin remordimiento ni pudor, en ocasiones acompañada de una sonrisita estúpida.
En la antigüedad, en el plano filosófico, el término proviene de la escuela cínica de la Antigua Grecia, que originalmente promovía el rechazo de las convenciones sociales y la búsqueda de la virtud a través de una vida austera. Sin embargo, en la actualidad, el concepto ha mutado hacia una connotación negativa: una forma de egocentrismo que se burla de la ética y la sinceridad humana.
Se narra que a Santo Tomás de Aquino, actual doctor de la Iglesia, se le apodó “el buey mudo” por su carácter reservado, su corpulencia física y su silencio en clase. Era un joven alto, robusto y muy callado, lo que llevó a sus compañeros de estudios a burlarse de él con ese mote: *bovem mutum*. Sin embargo, su maestro, San Alberto Magno, al leer sus escritos, pronunció una frase profética: “Ustedes lo llaman el buey mudo, pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero.” Y así fue: Tomás se convirtió en uno de los pensadores más influyentes de la historia, Doctor de la Iglesia y pilar de la escolástica.
Sin embargo, el silencio del "buey mudo", era un silencio de sabiduría. Cuando hay silencio de las autoridades ante señalamientos de hechos lamentables de nepotismo, empleo de los recursos públicos que no esconden para usarlos con sentidos partidistas o enriquecimiento ilícito; cuando se habla de austeridad y de la modestia en el vestir, comer y vivir, entonces hablamos de cinismo y de simulación.
Cuando la familia completa de quien encabeza la autoridad se encuentra ya colocada en puestos públicos y hasta políticos, protegidos por vehículos blindados y tropas pagadas con los impuestos de los ciudadanos; donde entre el mismo grupo político se aplica la política del "descontón" y la envidia para quedarse con el puesto del otro y muestran lo miserables voraces que son, es donde entonces se percibe en el aire una mezcla de autoritarismo, una mezcla de impunidad, pero sobre todo de cinismo político y desvergüenza.
Las siete tácticas del silencio de los actuales políticos cínicos
1. El silencio como táctica de control narrativo
En contextos de crisis, los políticos suelen evitar declaraciones para no amplificar el escándalo. La estrategia consiste en dejar que el ciclo informativo avance sin intervención, apostando a que la atención pública se disipe. Esta omisión no es pasiva: forma parte de una narrativa cuidadosamente diseñada para evitar que el tema se convierta en agenda pública. La comunicación política en crisis exige precisión, contención y cálculo, donde el silencio puede ser más eficaz que cualquier discurso.
2. Evitar contradicciones o errores adicionales
Durante una crisis, cualquier declaración improvisada puede agravar la situación. Por eso, muchos líderes optan por no hablar, evitando contradicciones, deslices o revelaciones involuntarias. La comunicación en crisis requiere una narrativa sólida, emocionalmente contenida y estratégicamente dosificada. El silencio permite ganar tiempo, reorganizar el mensaje y evitar que la presión mediática derive en errores que comprometan aún más la imagen pública.
3. Desdén por la rendición de cuentas
La impunidad en América Latina se ha convertido en un fenómeno estructural que permite a los políticos ignorar las críticas sin consecuencias reales. El silencio ante señalamientos mediáticos refleja una cultura de superioridad institucional, donde el poder no se siente obligado a responder. Esta actitud erosiona el Estado de derecho y perpetúa la desigualdad, la corrupción y la violencia, al tiempo que debilita la confianza ciudadana en las instituciones.
4. Normalización del cinismo político
La repetición constante de escándalos sin consecuencias genera una fatiga mediática que insensibiliza a la ciudadanía. Los políticos se aprovechan de esta saturación para ignorar las críticas, sabiendo que el impacto será efímero. La inmunidad frente a la crítica se convierte en estrategia: descalificar al medio, polarizar el discurso y blindarse ante el escrutinio. El cinismo se institucionaliza, y la rendición de cuentas se convierte en excepción.
5. Temor a abrir nuevas líneas de investigación
Responder públicamente puede activar nuevas preguntas, testimonios o investigaciones. Por eso, muchos políticos prefieren callar, evitando que el escándalo se ramifique. En México, casos recientes muestran cómo se recurre a denuncias por “violencia política de género” o “difamación” para silenciar medios críticos, desviando la atención del fondo del asunto. El silencio se convierte en blindaje legal y político.
6. Desconfianza en los medios y cálculo electoral
La creciente desconfianza en los medios tradicionales permite a los políticos desacreditar cualquier crítica como “ataque partidista”. En contextos electorales, esta estrategia se intensifica: se privilegia la comunicación directa con la base, evitando el filtro periodístico. La desinformación y la polarización emocional sustituyen el debate racional, y el silencio se convierte en una forma de evitar confrontaciones que puedan afectar la imagen electoral.
7. La espiral del silencio como fenómeno comunicacional
La teoría de Noelle-Neumann explica cómo el miedo al aislamiento lleva a las personas —incluidos políticos— a callar frente a opiniones dominantes. En política, esto se traduce en una estrategia para evitar confrontaciones con narrativas mayoritarias. Los medios, al amplificar ciertas versiones, generan un clima donde el silencio parece la única opción viable. Romper esta espiral exige pluralidad, apertura y valentía comunicacional. Aunque este último valor, el de la valentía, no se les da a los políticos. cínicos.
Así que saque usted la conclusión si el gobierno del pueblo donde usted radica es o no un gobierno cínico encabezado por políticos cínicos. #MetroNewsMx
Publicar un comentario