Redacción
-Ramírez Sánchez pide a criminales que respeten “códigos”, como si el crimen tuviera ética válida frente al Estado de Derecho.
-El alcalde normaliza la violencia al pedir que no maten familiares, en lugar de exigir justicia y aplicar la ley.
-Reconocer “chismes” sobre corrupción en Tránsito sin activar investigaciones revela omisión institucional grave.
-El discurso oficial apela a códigos mafiosos, no a principios constitucionales ni protocolos de seguridad pública.
-El mensaje del edil sugiere que el crimen tiene reglas respetables, debilitando la autoridad del gobierno municipal.
-En vez de proteger a los agentes, el alcalde pide moderación al crimen, mostrando debilidad institucional y ética.
El discurso del alcalde de Celaya, Juan Miguel Ramírez Sánchez, reproducido por El Sol del Bajío en la nota "Alcalde de Celaya tiene hipótesis sobre los ataques a tránsitos: "son temas de dinero"" (https://oem.com.mx/elsoldelbajio/local/asesinato-de-policias-de-transito-en-celaya-alcalde-responde-a-los-ataques-25935033 ) plantea una serie de preocupaciones éticas, institucionales y comunicativas que merecen un análisis profundo.
Su llamado a que los grupos delincuenciales “respeten los códigos de antes, como en las películas” no solo es polémico, sino que revela tensiones graves entre el poder civil, la seguridad pública y la narrativa política frente al crimen organizado.
El lenguaje simbólico: “como en las películas”
La frase “respeten los códigos de antes, como en las películas” introduce una narrativa peligrosa: la romantización del crimen. Al evocar códigos de honor mafiosos —como los que se ven en películas tipo El Padrino o Scarface— el alcalde no solo humaniza a los delincuentes, sino que les reconoce una lógica interna, casi ética, que debería ser respetada.
Esto plantea dos problemas. Primero, que normaliza la violencia como parte de un sistema de reglas no escritas. Segundo, desvía el foco del Estado de Derecho, sugiriendo que el crimen puede autorregularse si se apega a “códigos”.
En lugar de reafirmar el monopolio legítimo de la fuerza por parte del Estado, el alcalde parece pedirle al crimen organizado que se comporte “con decencia”, algo muy semejante a lo que hacía el expresidente de la república López Obrador.
Ejemplo de ellos fueron las frases que el macuspano dirigió —de forma directa o simbólica— a la delincuencia organizada durante sus conferencias mañaneras, especialmente en el contexto de su estrategia de seguridad “abrazos, no balazos”. Varias de ellas fueron interpretadas como llamados a “portarse bien”, apelando incluso al afecto maternal: “Abrazos, no balazos”, “Pedirles a las madrecitas que nos ayuden con sus hijos”, realizada el dos de julio de 2019. AMLO apeló a las madres para que intercedieran ante sus hijos involucrados en actividades delictivas.
“Ahí andan las mamacitas sufriendo... ya chole con eso”, del 12 de julio de 2019, en donde reconocía el dolor de las madres por la violencia y pedía a los delincuentes que recapacitaran. “Piensen en sus mamacitas”, del 9 de septiembre de 2019. Llamado emocional para que los criminales consideraran el sufrimiento de sus madres.
Y finalmente: “Al carajo la delincuencia… ¡fuchi, guácala!” fue pronunciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador el 17 de octubre de 2019, durante una conferencia mañanera posterior al operativo fallido en Culiacán, Sinaloa, conocido como el “culiacanazo”, en el que se liberó a Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán. frase polémica que buscaba deslegitimar moralmente al crimen, aunque fue criticada por su tono simplista ante la gravedad y conmoción que causó ese hecho.
¿Es válido que un alcalde dialogue simbólicamente con la delincuencia? Desde el punto de vista legal y ético, no es válido ni correcto que un alcalde emita mensajes que puedan interpretarse como negociación, reconocimiento o apelación directa a grupos criminales.
El Artículo 115 constitucional establece que los municipios deben garantizar la seguridad pública bajo principios de legalidad, eficiencia y respeto a los derechos humanos.
Además, el Artículo 7 de la Ley General de Responsabilidades Administrativas exige que los servidores públicos se conduzcan con integridad y profesionalismo. Apelar a “códigos del crimen” puede interpretarse como una falta de respeto a las víctimas, una banalización de la violencia y una omisión del deber de proteger.
El contexto institucional: corrupción interna y homicidios
El alcalde reconoce que hay “chismes” sobre corrupción dentro de la Dirección de Tránsito, donde agentes presuntamente recaudaban dinero y lo repartían en cadena hasta llegar a mandos superiores. Esta declaración, aunque informal, implica el reconocimiento de una red de corrupción institucional y la hipótesis de que los ataques son represalias por no pagar “cuotas”.
Si esto es cierto, el municipio debería estar activando mecanismos de investigación interna, denuncias ante la Fiscalía Anticorrupción y medidas cautelares para proteger a los agentes. En cambio, el discurso se queda en el terreno de los rumores y la especulación.
El mensaje implícito: ¿quién manda en Celaya?
Al pedir que “respeten los códigos”, el alcalde transmite un mensaje inquietante: el crimen tiene poder suficiente como para que el gobierno le pida moderación. Esto puede interpretarse como debilidad institucional, es decir el Estado no controla la violencia, solo la comenta.
El mensaje estaría mostrando desplazamiento de la autoridad, ya que se estaría reconociendo que hay actores extralegales que imponen reglas. Y finalmente y lo más delicado, la desprotección ciudadana. Si el gobierno no puede garantizar seguridad ni justicia, ¿quién lo hará?
¿Qué se interpreta de las palabras del alcalde?
El alcalde envía mensajes que pueden ser interpretados de otra manera por la ciudadanía: Que el gobierno municipal no tiene control pleno sobre su corporación de tránsito. Que hay presunta corrupción estructural que podría estar vinculada a los homicidios. Que el alcalde prefiere apelar a códigos criminales que a la ley. Que la seguridad pública está en crisis, y el discurso oficial no ofrece soluciones concretas.
Una aportación constructiva al discurso del alcalde
El alcalde tiene razón en señalar que algo grave ocurre dentro de la Dirección de Tránsito. Pero su forma de comunicarlo —apelando a rumores, códigos mafiosos y frases ambiguas— debilita la legitimidad institucional y confunde a la ciudadanía.
Lo que se esperaría de un líder municipal en este contexto es activar investigaciones internas y externas con transparencia, así como emitir un mensaje claro de respeto a la ley y cero tolerancia a la corrupción. Proteger a los agentes honestos y garantizar medidas cautelares para quienes están en riesgo. Reafirmar que el crimen no tiene códigos válidos, solo delitos que deben ser perseguidos.
El discurso del alcalde de Celaya, aunque aparentemente bien intencionado, envía señales contradictorias que pueden ser interpretadas como debilidad institucional, reconocimiento informal del crimen organizado y normalización de la violencia. En lugar de pedir que los delincuentes “respeten los códigos”, el deber del Estado es hacer que se respete la ley.
La ciudadanía merece claridad, firmeza y acciones concretas. Y los servidores públicos deben recordar que su palabra no solo informa: también forma opinión, construye legitimidad y puede —si no se cuida— erosionar el Estado de Derecho. #MetroNewsMx
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