Adela Micha/Redacción Editorial Metro News
-Protestas generalizadas en Michoacán derivaron en la quema del Palacio Municipal de Apatzingán y el incendio del teleférico de Uruapan tras el asesinato del alcalde Carlos Manso y del líder limonero Bernardo Bravo.
-La respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum en la mañanera, marcada por el reparto de culpas a expresidentes y el ataque a opositores, generó indignación por la falta de empatía hacia el caso Manso.
-Manzo, quien alertó múltiples veces sobre el riesgo a su vida y discrepaba de la estrategia de seguridad, no fue escuchado; la investigación apunta a Osvaldo Gutiérrez Velázquez, presunto sicario del CJNG.
El tigre acaba de despertar. Es el tigre del miedo contenido, de quien lleva muchos años aguantándose, pagando extorsiones, comisiones, derecho de piso. Es el tigre de los que temen por su vida y la de sus hijos, de los que no pueden trabajar libremente, de los que temen salir a la calle, de los que han tenido que cerrar sus negocios.
Es el tigre de quienes han visto a las autoridades quedarse de brazos cruzados, en el mejor de los casos, o lo que es más grave, aliarse con los criminales: policías, funcionarios, alcaldes, gobernadores en la nómina de los cárteles. De quienes han perdido familiares.
El tigre que ya despertó es el de quienes el sábado pasado vieron morir a uno de sus líderes. Era una de las pocas voces que se atrevía a hablar por la gente sin importar los riesgos. Es el tigre que despertó este fin de semana a causa de la indignación y el dolor por el homicidio de Carlos Manso, el alcalde de Uruapan, asesinado el sábado por la noche.
Suman ya dos días de protestas en Michoacán por este homicidio. El domingo, las movilizaciones se concentraron en Morelia, donde algunos manifestantes tomaron el Palacio de Gobierno. Ayer, ocurrió lo mismo en Apatzingán, uno de los municipios más afectados por las extorsiones a agricultores, en especial a los limoneros, como el líder Bernardo Bravo, quien también fue asesinado a finales de octubre.
Los manifestantes vandalizaron y quemaron el Palacio Municipal de Apatzingán exigiendo, entre otras cosas, justicia por los homicidios de Carlos Manso y de Bernardo Bravo. También pedían la renuncia de la alcaldesa morenista Fania Arriola. Usaron bombas molotov y el palacio acabó en llamas. En las protestas de Uruapan, los inconformes incendiaron el teleférico. Hubo también movilizaciones en Pátzcuaro y en Morelia.
El mensaje es clarísimo: la gente de Michoacán está harta, cansada, porque es una de las capitales de violencia en México. Fue tal la indignación de ayer que Grecia Quiroz, la viuda de Carlos Manso, tuvo que salir por la noche en una transmisión en vivo —que de hecho hizo a través de los canales de su hoy difunto esposo— a pedir que la gente no se manifestara con violencia. Todas estas reacciones de la gente han sido desatadas por el hartazgo ante la violencia y, sobre todo, por la falta de sensibilidad por parte de las autoridades ante un caso tan grave como el de Carlos Manso.
Ignoraron su mensaje y múltiples otros, y siguen sin escuchar a la población.
En la "mañanera del pueblo" de ayer, a la presidenta Claudia Sheinbaum se le vio más indignada y más interesada en repartir culpas que en asumir su responsabilidad como titular del Ejecutivo por el homicidio de Carlos Manso. Seis veces mencionó al expresidente Calderón para atribuirle el aumento de la violencia en el país (hace casi 20 años); catorce veces hizo referencia a la "guerra contra el narcotráfico", calificándola como una estrategia incorrecta; tres veces habló del uso político que, según ella, se le está dando al caso de Carlos Manso; cinco ocasiones habló del expresidente Peña Nieto para descalificarlo; tres veces utilizó la palabra "comentócratas", una de ellas acompañada del calificativo "carroñeros". Y solo una vez, repito, una sola vez en toda la conferencia, mencionó por su nombre al alcalde Carlos Manso.
Cuarenta y seis segundos para expresar las condolencias; dieciséis minutos para hablar en contra de los opositores. Atacó con mucha fuerza y por mucho más tiempo a los opositores, a los periodistas, a los manifestantes, que a los criminales responsables del homicidio.
Nada justifica, presidenta, la falta de empatía en un caso tan doloroso, tan grave y delicado como este. No hay que politizar la muerte de Carlos Manso; en eso estamos de acuerdo. Lo más importante es el dolor de su familia, de su esposa, de sus hijos. Lo más triste es la pérdida del hombre, pero usted no puede ignorar el hecho de que Carlos Manso no estaba de acuerdo con su estrategia de seguridad, de que pidió ayuda no una, sino muchas veces, de que dijo de todas las formas posibles que su vida estaba en riesgo y de que sus gritos de auxilio no fueron escuchados, fueron ignorados.
Señalar esto no es politizar el homicidio de un político, sino honrar las luchas y las causas que el propio Carlos Manso enarboló y que todavía ayer fueron denostadas de nuevo en Palacio Nacional.
Mientras tanto, la investigación ya presenta sus primeros avances. Se sabe que el asesino se hospedó en un hotel de la plaza Morelos de Uruapan. Había consumido marihuana y metanfetaminas. Oficialmente no se ha identificado al agresor, pero en algunos medios trascendió que el asesino es un joven llamado Osvaldo Gutiérrez Velázquez, originario del municipio de Apatzingán, al que le apodaban "El Cuate", quien habría trabajado para el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Por todo lo que representa Carlos Manso, esta es una de las primeras crisis que enfrenta usted, presidenta. En Palacio Nacional tienen dos opciones: seguir el libreto de López Obrador, que consiste en polarizar, descalificar, repartir culpas y no cambiar nada, o escuchar sin juzgar a la población.
El tigre ya lo advirtió y lo advertía Carlos Manso: acaba de despertar y tiene hambre, mucha hambre, pero no se confundan, es un hambre de paz y de justicia.
Yo soy Adela Micha. #MetroNewsMx

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